En un hallazgo que une lo estético con lo funcional, surge una flor que despierta interés entre jardineros y dueños de casas por su notable poder para ahuyentar ratones. Conocida como la «flor del olor fuerte», esta planta no solo embellece el jardín, sino que también funciona como un eficaz repelente natural.
Los botánicos del Instituto Nacional de Biodiversidad, tras años de estudio, han confirmado que los aceites esenciales de esta planta contienen compuestos que resultan extremadamente desagradables para los roedores. A pesar de que el intenso aroma que emite es prácticamente imperceptible o incluso agradable para los humanos, afecta de manera adversa el sistema nervioso de los ratones, forzándolos a mantener la distancia.
Este beneficio dual ha impulsado la popularidad de la «flor del olor fuerte» no solo entre aficionados a la jardinería, sino también entre quienes buscan alternativas ecológicas para proteger sus hogares de estos pequeños invasores. La planta es, además, fácil de cultivar, resistente a diversas condiciones climáticas y requiere muy poco mantenimiento, lo que la hace perfecta tanto para expertos como para aprendices en jardinería.
En zonas rurales y periurbanas, donde la presencia de roedores es más común, se recomienda especialmente esta flor. No obstante, los expertos subrayan la importancia de integrarla con otras prácticas de control de plagas para asegurar una defensa óptima.
Más allá de su utilidad, la planta también es apreciada por su atractivo visual, exhibiendo flores que oscilan entre tonos púrpuras y azules hasta blancos brillantes, lo que la convierte en un elemento ornamental destacado en cualquier entorno verde.
A medida que continúan las investigaciones sobre sus propiedades, varias empresas ya han comenzado a explorar el desarrollo de productos comerciales basados en sus aceites esenciales, anunciando una nueva era de soluciones naturales para el control de roedores.
Este descubrimiento ilustra cómo la naturaleza ofrece soluciones creativas a problemas diarios, recordándonos que, a menudo, las llaves para vivir en armonía con el entorno pueden estar más cerca de lo que pensamos, quizás justo en nuestro jardín.
