Tres siglos de la muerte del ‘cura volador’ en Toledo: legado y vida de un personaje eterno en la narrativa de Saramago.

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El subsuelo de Toledo esconde un valioso legado histórico y cultural, siendo también el hogar de la mayor concentración de momias en España. Dentro de este patrimonio, destaca la figura de Bartolomeu Lourenço de Gusmão, un sacerdote jesuita considerado el pionero de la aeronáutica. Este 18 de noviembre se cumplen 300 años de su muerte. Gusmão, que falleció en el Hospital de la Misericordia de Toledo y fue enterrado en la parroquia de San Román, dejó una huella imborrable al inventar el primer artefacto volador de la historia en 1709, 74 años antes del célebre vuelo de los hermanos Montgolfier.

Nacido en 1685 en Santos, Brasil, Gusmão se trasladó a Portugal para estudiar en la Universidad de Coimbra, donde fusionó su pasión por la física y las matemáticas con una curiosidad científica desbordante. Su anhelo de volar lo llevó a crear un «instrumento de andar por el aire», conocido como ‘Passarola’. El 8 de agosto de 1709, ante el rey Juan V y su corte, logró que su aerostato despegara del suelo, un hecho que dejó atónitos a muchos, incluido el Nuncio que más tarde sería Papa Inocencio XIII, quien lo consideró una obra del diablo.

Su audacia atrajo la atención de la Inquisición, forzándolo a huir a Toledo, donde falleció en 1724 en el mismo hospital que vio sus últimos días. Su historia permaneció en el olvido durante casi 180 años, hasta que en 1900 se redescubrió su memoria en Toledo al publicarse su partida de defunción. A partir de ese momento, empezó a ser reconocido como un pionero de la aviación, rindiéndole homenaje la ciudad en 1912 con una misa y una placa en la iglesia de San Román.

Con el auge de la aviación moderna, el legado de Gusmão resurgió en 1966, cuando el Gobierno de Brasil solicitó la exhumación de sus restos para integrarlos en un monumento en su ciudad natal, Santos. Sin embargo, la identificación de sus restos fue complicada, terminando en una urna que fue enviada a Brasil.

La figura de Gusmão también fue reivindicada por el Nobel de Literatura José Saramago, quien en su novela ‘Memorial del Convento’, publicada en 1982, entrelazó realidad y ficción, devolviendo al jesuita a la literatura. Pilar del Río, presidenta de la Fundación José Saramago, subraya que su obra no solo narra la historia del ‘cura volador’, sino que también critica el derroche de recursos en la construcción del convento de Mafra, simbolizando las injusticias de su época.

La historia de Gusmão se convierte en un relato de sueños y anhelos, que reafirma la conexión entre ciencia y humanismo. La obra de Saramago resuena con su figura, y su vida estuvo marcada por este encuentro creativo, concluyendo su existencia con un ejemplar de ‘Memorial del Convento’ entre sus pertenencias al momento de su cremación. La memoria de Bartolomeu Lourenço de Gusmão, el ‘cura volador’, perdura como un testimonio de la búsqueda de libertad y conocimiento, así como de la inevitable confrontación con los poderes establecidos.

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